1 Corintios 3:7
“Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios porque es quien hace crecer.”
La arrogancia y el orgullo nunca deben acercarse a nosotros como ministros de las buenas nuevas de Jesucristo. Y no se equivoquen, el ministerio del evangelio no se limita a unos pocos. Dios lo ha confiado a cada creyente. ¿Han contado las maravillosas obras de Dios a amigos incrédulos o animado a un compañero de trabajo desanimado con la verdad bíblica? ¿O sirven discretamente entre bastidores en su iglesia? De estas y muchas otras maneras, los creyentes son ministros del evangelio de la gracia.
El apóstol Pablo nos advierte que si un hombre o una mujer es orgulloso, ha olvidado quién es en el reino. El ministro de Dios debe ser el menor en preferencia. Desafortunadamente, y de manera antibíblica, muchos elevan a uno o dos por encima de los demás. Creyente, cuidado: esto es una señal de carnalidad.
El recordatorio de Dios para nosotros es que debemos cuidar el jardín mientras él añade el fruto. Algunos plantaremos semillas mientras otros regarán, pero solo Dios da vida y crecimiento. Piensen en esto por un momento. La semilla nos fue prestada, tomamos prestada el agua del cielo, y su fructificación no nos concierne. Entonces, ¿dónde está nuestro motivo de gloria? ¡Ciertamente no en ninguna obra en la que Dios nos haya involucrado por gracia!
No hay lugar para el orgullo al ocuparnos en la obra de Dios, pero podemos tener una confianza inmensa. Porque «ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento».
Esperando su regreso,
– Pastor Jack
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