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Proverbios 31:28

“Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada…”

Los que conocían a Miguel Ángel decían que iba a la cantera a sentarse entre las piedras de mármol y contemplar las rocas deformes en silenciosa comunicación. Y no era raro que caminara alrededor de una losa de mármol y le hablara como si tuviera oídos.

En una de esas ocasiones, un hombre le preguntó: “¿Qué ves en esa roca?”.

Su respuesta fue tan poderosa como su visión: “Veo al rey David en esa piedra, y voy a liberarlo”. En ese momento nació la invaluable obra del David de Miguel Ángel.

Mientras contemplo la capacidad de Miguel Ángel para crear una obra maestra a partir de la piedra, pienso en el papel de una madre en la vida de su hijo cuando le da forma para que el mundo lo vea. Las madres nos animan cuando nadie más lo hace. Las madres ven lo mejor de nosotros y perdonan lo peor. Parecen casi ciegas ante nuestras incapacidades y torpezas. Y siguen queriéndonos, demostrando que el amor de una madre es más fuerte que cualquier cosa que el mundo pueda arrojarnos.

Mamá, anímate. Un día, tu hijo apreciará todo lo que has invertido en él.

Es tu amor el que nutre a un futuro científico o maestro de escuela. Mi madre quería que fuera abogado, pero cuando elegí algo diferente, igual se sintió orgullosa de mí.

Para algunos de nosotros, nuestras madres ya no están, y el tiempo ha desvanecido muchos recuerdos. Pero una cosa es segura. Somos lo que somos gracias al amor de nuestras madres. ¿Dónde estaríamos sin nuestras madres?

Esperando Su regreso,

– Pastor Jack

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