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Filipenses 2:6-7

“Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” 

El cirujano Robert Selzer relata un caso en el que, al extirpar un tumor, se vio obligado a cortar un pequeño nervio de la mejilla de una joven. El resultado le dejó la boca torcida y paralizada. Cuando el médico explicó los resultados a su marido recién casado, éste le preguntó si su boca estaría así mucho tiempo. El doctor Selzer respondió: “Me temo que será así para siempre”.

El joven se acercó a su mujer, sonrió y dijo: “Bien, queda muy bonito”. Luego se inclinó y torció los labios para encontrarse con los de ella. Selzer continuó diciendo que se dio cuenta de que este hombre sentía un amor por su esposa que los hacía uno, ya que él eligió ser como ella.

Jesús entró en este mundo para que pudiéramos identificarnos con Él en todos los sentidos.

Lo que aquel hombre hizo por amor, Jesús siendo hombre lo hizo mucho antes. Llamamos a su acto de amor la encarnación: la venida de Dios al mundo, en forma humana. ¡El Dios de Todo se hizo un hombre tan pequeño! Jesús entró en este mundo en el cuerpo de un pequeño bebé para que pudiéramos identificarnos con Él en todos los sentidos.

¿Te has sentido alguna vez rechazado o abandonado? Jesús puede decir que Él también. Si has recibido un mal trato o el desprecio de los demás, Jesús te dice que Él también. Jesús vino a nuestra semejanza, y al hacerlo, podemos encontrar consuelo en todos los encuentros de la vida.

Esperando Su regreso,

– Pastor Jack

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