Lucas 4:16-18
“Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos»”
La visita de Jesús a la sinagoga no era inusual, ni tampoco era extraño que leyera las Escrituras prescritas, cada hombre tenía su turno, y este día era el suyo. Lo que hacía diferente a este sábado era la declaración de Jesús de que Él era el Mesías que cumplía la palabra profética de Isaías, y que venía con buenas noticias para aquellos a los que el mundo no hace caso.
Jesucristo vino proclamando el Evangelio que realmente puede liberar a todos los hombres.
Nunca olvidaré el día en que Dios me dio la analogía perfecta de esta verdad. Yo estaba en la prisión de Ironwood hablando a cientos de presos, y mientras predicaba, los gorriones volaban dentro y fuera de las cercas, libres tal cual son. Les dije a los hombres: “Deténganse y observen. Estas aves no están cautivas en su entorno, y ustedes tampoco tienen por qué estarlo. Esto es lo que Jesucristo puede hacer en tu corazón aquí y ahora. En un momento, pueden ser liberados de la prisión que hay dentro de ustedes, el cautiverio que los trajo a este lugar”.
Dios no hace acepción de personas. Algunos de los hombres y mujeres más libres están tras los muros de una prisión, mientras que otros pueden estar físicamente libres, pero aplastados por sus pecados y cautivos del enemigo de sus almas.
La buena noticia es que no importa quién seas o dónde estés, Dios está ahí. Si abres tu corazón al mensaje del Evangelio, Jesús te hará libre, y “serás verdaderamente libre”.
Esperando Su regreso,
– Pastor Jack
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