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2 Corintios 9:15

“¡Gracias a Dios por su don inefable!”

Ahora que el Día de Acción de Gracias ha pasado hace poco, se acerca la Navidad, lo que significa que habrá que dar regalos. ¿Cuál es el regalo más extravagante de tu lista? Sea cual sea, hay uno que es aún más extravagante. No lo encontrarás en un catálogo. No se puede comprar ni envolver, no se ofrece solo por un día ni a unos pocos elegidos. El escritor del Evangelio lo describió así: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel”, que traducido significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).

Dios vino trayendo dones de luz, amor, misericordia y gracia a través de su único Hijo, Jesucristo. El niño que nació en Belén trajo el regalo de Dios a toda la humanidad, el don de la salvación.

A menudo gastamos mucho dinero en elegir el regalo perfecto para las personas que amamos, con la esperanza de que a ellas también les guste. Pero incluso los más ricos entre nosotros tenemos recursos finitos. No es así con Dios, Él no recurrió a sus recursos infinitos cuando dio algo tan incalculablemente precioso que hizo que la hueste angelical cantara. Dios se entregó a Sí mismo.

¿Qué podría impulsar una ofrenda tan exquisita? Solo hay una razón: un amor extravagante y costoso. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Como destinatarios de un amor tan generoso, hagamos de las palabras del apóstol Pablo, nuestra respuesta de agradecimiento todos los días de cada estación del año: “¡Gracias a Dios por su don inefable!

Esperando Su regreso,

– Pastor Jack

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