Lucas 9:23
“Y dijo a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
Se puede decir con seguridad que la cruz, o crucifijo, es la pieza de joyería más famosa del mundo. Adorna cuellos en todos los continentes y culturas, incluso en aquellas naciones donde su exhibición pública garantiza el arresto.
En los días de Jesús, la cruz era una terrible herramienta de castigo que el Imperio Romano utilizaba con profundos resultados. La cruz romana rondaba en la mente de muchos malhechores, que sabían que, si los atrapaban, la crucifixión sería el pago por sus errores y los usarían como ejemplo público.
Hoy en día, exhibimos cruces en elegantes cadenas. “Vaya, qué cruz más bonita”, dice la gente. Pero, ¿cómo puede ser deseable algo tan perverso y terrible? Permítanme darle un giro al tema.
El atractivo de la cruz no tiene nada que ver con su precio, porque le costó a nuestro Salvador Su preciosa sangre, el precio incalculable del pecado. Su belleza no es el oro o la plata relucientes, sino su madera manchada de sangre. La cruz no es atractiva porque sea brillante y lisa, sino porque es áspera y áspera.
Llevar una cruz no es un adorno, es llevar a Jesucristo y su mensaje. Debemos mostrar a Jesús y anunciarlo dondequiera que vayamos, sabiendo que el ridículo y el rechazo serán la cruz que llevaremos en nuestra asociación.
¿Te identificarás con el sacrificio de Cristo y lo representarás sin vergüenza? Si es así, deshazte de toda forma de religiosidad grosera y fría. Sé un seguidor genuino e intransigente de Cristo y muéstrale al mundo que la cruz que llevas es más que un símbolo. Que lleves bien su mensaje.
Esperando Su regreso,
– Pastor Jack
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