1 Corintios 15:9-10
“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo.”
Pablo era alguien que los religiosos podían respaldar, y lo hicieron. Según su propia admisión, era “hebreo de hebreos, fariseo, y en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” (Filipenses 3:5). ¿Qué podría hacer que renunciara a su elevado currículum espiritual para confesar humildemente, “por la gracia de Dios soy lo que soy”? Todo se basaba en una palabra crucial: gracia.
Pablo encontró a Jesús y se dio cuenta de que nada en su pasado o acciones justificaba el favor no merecido de Dios; la gracia lo hace posible. Todo es posible cuando el evangelio de la gracia está obrando en una vida. Un buen ejemplo es Pedro.
Como pescador rudo, un galileo, nadie habría prestado mucha atención a Pedro. La inteligencia lo habría menospreciado como un campesino sin educación. Una vez más, la gracia es la clave. En el día de Pentecostés, las deficiencias de Pedro fueron inconsecuentes para el Espíritu Santo y, por la gracia de Dios, pasó de ser Pedro metepatas a ser un hombre con un mensaje poderoso.
La gracia revolucionó a Pedro y a Pablo, marcando un nuevo rumbo para cada uno. Nunca se trata de lo que puedes o no puedes lograr, sino de lo que la gracia de Dios te capacita para hacer.
Ninguno de estos hombres se consideraba un fenómeno aislado. Y si estuvieran aquí hoy, preguntarían: “¿Cuál es tu historia? ¿Cómo ha tomado la gracia control de ti?”
Esperando Su regreso,
– Pastor Jack
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