Mateo 18:21-22
“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.”
El estudio de las matemáticas comienza temprano en la vida. Los niños pequeños empiezan a contar dedos, pies y bloques mucho antes de aprender sumas, restas y multiplicaciones. Entonces, ¿por qué a los adultos les cuesta tanto entender la aritmética espiritual “setenta veces siete” detrás del perdón? Porque, al igual que las matemáticas, el perdón rara vez surge de forma natural y se pone a prueba constantemente.
Consciente o inconscientemente, las personas nos hieren, y esos golpes y moretones revelan nuestra disposición a perdonar. ¿Le entregamos a Dios el dolor que estamos experimentando o llevamos la cuenta para registrar y recordar los errores de los demás?
Creyente, Dios te ama demasiado como para permitirte vivir en un estado de falta de perdón, porque eso te separa de Él y también de la otra persona. Negarte a perdonar hiere el corazón de Dios, quien nos perdonó libremente “todos nuestros pecados” (Colosenses 2:13).
El perdón no es una cuestión de cálculo; es la respuesta correcta para aquellos a quienes Cristo ya perdonó. El salmista preguntó: “Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados, ¿quién, oh Señor, podría sobrevivir?” (Salmo 130:3 NTV). La respuesta es: ¡nadie! Y eso nos incluye a ti y a mí. Entonces, si Dios no lleva un registro, ¿deberíamos hacerlo nosotros?
Cuatrocientas noventa veces—setenta veces siete—no es un límite máximo ni un punto de corte para liberar ofensas, sino un objetivo al que debemos aspirar. Cuando perdonar con tanta generosidad parezca imposible, lo único que Dios te pide es que dirijas tus pasos en la dirección correcta. Él te ayudará a avanzar.
Esperando Su regreso,
– Pastor Jack
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