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Jeremías 14:20

“Reconocemos, oh Jehová, nuestra impiedad, la iniquidad de nuestros padres; porque contra ti hemos pecado.”

El tierno Jeremías es conocido como el profeta llorón, y con razón. Dios habló a Su pueblo a través de Moisés, prometiendo bendición tras bendición si obedecían cuidadosamente Sus estatutos. “El SEÑOR tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra” (Deuteronomio 28:1). Pero en los días de Jeremías, Judá se había apartado de la buena mano de Dios, y en lugar de bendiciones, ahora llegaban maldiciones.

La disciplina de Dios sobre Su pueblo trajo sequías devastadoras, haciendo imposible arar y sembrar. Sin embargo, la falta de alimentos y agua en Judá solo reflejaba su estado moral. La verdadera hambruna estaba en su interior. Jeremías comprendía lo que el pueblo no entendía, y esto lo llevó a sus rodillas.

Observa cómo el profeta afligido comienza su oración. No es con un acusador “ellos,” sino con un humilde “nosotros.” Señalar el pecado de otros es fácil cuando nuestra visión es horizontal, pero no delante de un Dios Santo, ante quien debemos clamar: “¡Dios, ten misericordia de mí, un pecador!”

Jeremías no fue el único en incluir sus propios pecados al orar por su nación. Isaías lamentó: “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” (Isaías 6:5)

Hoy, nuestro país está en grave peligro. La necesidad de oración intercesora crece cada día, pero primero juzguémonos a nosotros mismos. Confesemos: “Hemos pecado contra Ti,” y que Dios nos conceda misericordia y perdón.

Esperando Su regreso,

– Pastor Jack

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