Lucas 17:11-17
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”
La vida es dura y a menudo nos lanza obstáculos inesperados. En el caso de los diez leprosos, cada uno de ellos estaba condenado a una muerte lenta y devastadora a causa de una enfermedad que lo consumía todo. No había cura, excepto por un milagro, y precisamente eso era lo que Jesús tenía en mente. Piensa en aquellos que conoces y que están sufriendo debido a una enfermedad o al maltrato. O tal vez tú mismo estás atrapado por una gran preocupación. Querido hermano, Dios ya conoce el desenlace de nuestra prueba, pero ¿seremos agradecidos con Él cuando nos haga atravesarla?
La respuesta de los leprosos nos deja una lección. En ellos vemos a diez hombres desesperados por alivio, pero aprendemos cuán pocos fueron agradecidos cuando la tormenta pasó y el cielo comenzó a despejarse. Jesús sanó a los diez, pero solo uno alabó a Dios y, con gratitud, regresó para agradecerle por su sanidad misericordiosa. Los otros fueron como aquellos que reciben de Dios, pero olvidan Su bondad.
La acción de gracias debe ser una característica de la vida del creyente. La Biblia incluso lo manda: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). Aunque el alivio de nuestras aflicciones terrenales aún pueda estar en el futuro, recordemos que Cristo nos liberó de los estragos del pecado. Que no se nos cuente entre aquellos que han recibido el milagro de la salvación pero muestran poca gratitud por ello.
Hoy, dale gracias a Dios por el sacrificio de Su único Hijo, a través del cual recibirás la sanidad definitiva y entrarás por las puertas del cielo. Eso, amigo mío, ¡es algo para agradecerle ahora y por siempre!
Esperando Su regreso,
– Pastor Jack
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